miércoles, 23 de diciembre de 2009

Bajo la lluvia


En el camino de vuelta a mi estantería, me estoy encontrando multitud de situaciones. Unas más suaves y otras totalmente amargas. No es fácil, lo sabia. No es fácil, caminar por donde ya has pasado y has vuelto a caminar. Tropezar con la misma piedra "y eso que solo lo hace el hombre". Entrar de nuevo en el fuego por las cenizas del pasado. Es muy duro el camino, unos pasos cuestan más otros no tanto. Incluso hay momentos que los pies parecen que son de cemento. Afortunadamente hay momentos en los que la lluvia hace presencia. Me encanta caminar y que esta caiga sobre mí. Es como una ducha reparadora en mitad del camino. En medio de la nada. No hay más que el sonido de sus gotas, el olor a tierra mojada y como lo va arrastrando todo. Se va posando en las cosas, en el pelo, en la ropa, va marcando su presencia, hasta que nota que la necesitas mucho y te va empapando. Te va dando un toque con respecto a que o corres o te quedas. Yo hay veces que me quedo. Me gusta jugar con ella, abrir los brazos en cruz, poner las manos hacia arriba y dejarme mojar, dejarme jugar. Me gusta sentirla, ver como me toca, como me humedece y me limpia. Me hace relajarme, respirar hondo y sentirme fundido con ella, me siento bien, se para el mundo por un instante, en ese momento de fusión....A veces es tan intenso que incluso mis lágrimas se funden con ella. Es tan latente la sensación de deshacerse que me vuelvo barro. Es tan agradecido su frío tacto que me despierta, me dice que siga, que no pare, que tenga cuidado con el fango, con el tropezar y caer, con las tormentas y las puñeteras goteras. Pues entran por donde crees que lo harian, por donde menos lo esperas.

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